Ciencia cristiana
- Confesión: ciencia cristiana
Ciencia Cristiana (Christian Science) comparte con otros cristianismos nacidos en los Estados Unidos durante el siglo XIX su independencia de las ramas históricas mayoritarias. El espíritu que impulsa la fundación de esta religión no es la profecía, la esperanza del milenio ni una radical revelación. Se trata del hallazgo de la esencia del cristianismo; en palabras de su fundadora, Mary Baker Eddy, de “su elemento perdido de la sanación”.
Al atender al contexto histórico de su origen, se encuentra que su énfasis en la “sanación” (healing) no es algo exclusivo, sino la razón de ser de un movimiento metafísico que florece en Estados Unidos durante la segunda mitad del siglo XIX, y del cual Ciencia Cristiana es una de sus expresiones.
Mary Baker Eddy y la fundación de la “Ciencia Cristiana”
Educada en el congregacionalismo, Mary Baker Eddy examina la ontología de su antiguo terapeuta, Phineas Quimby, desde convicciones calvinistas.
Ciencia Cristiana consiste inicialmente, para la señora Eddy, en un método de sanación fundamentado en una fuente de poder cristiana, que reconoce al Jesús evangélico como el profeta que recorrió Galilea aplicando las “leyes de la sanación metafísica”.
La señora Eddy elaboró la exégesis de esta “Ciencia divina” en su producción literaria, entre la que destaca, por su exposición más exhaustiva, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. En un plano de la existencia cuya cualidad es no más que espiritual, Dios es la “Mente” divina, de la que el ser humano participa. La sanación metafísica, podría decirse, consiste aquí en el proceso individual por el que se accede a la salvación: el reconocimiento del sí-mismo en su mera naturaleza.
La señora Eddy transmite desde 1870 las leyes de la sanación cristiana mediante la instrucción educativa. En 1879, junto a un grupo de discípulos, organiza una Iglesia con la que conmemorar la palabra y las obras del Señor, y desde la que “reinstaurar el cristianismo primitivo y su elemento perdido de la sanación”. Ciencia Cristiana se institucionaliza desde entonces como un conjunto de creencias y prácticas para un cuerpo de fieles.
Prácticas religiosas
En las prácticas religiosas de los científicos cristianos prevalece el “estudio” de las leyes divinas y su comprensión a la luz de las Escrituras, tanto de manera privada e íntima, como colectiva durante los servicios religiosos. Estos se caracterizan por una atmósfera de quietud y serenidad, que invita a los fieles a concentrarse en la escucha de los pasajes que los “lectores” comparten en voz alta sobre la Biblia, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras y otros textos de la señora Eddy.
Las lecturas se alternan con el canto de himnos, y en las reuniones de los miércoles, se dispone además de un tiempo en que los asistentes ponen en común “testimonios”, es decir, experiencias y reflexiones sobre su vida espiritual. Al margen de la cotidianeidad de los cultos, quienes desean profundizar en el estudio de la Ciencia Cristiana pueden hacerlo mediante la formación con los denominados “maestros”, requisito necesario, si es el caso, para la profesionalización como “conferenciante” o “practicista” de la Ciencia Cristiana. Uno de los pilares de la vida religiosa de los científicos cristianos es la oración, de carácter silente, donde ponen en práctica lo aprendido sobre las leyes metafísicas, ante las que exponen los desafíos e incertidumbres de su vida.
Organización e implantación en España
En febrero de 2021, esta religión global cuenta con alrededor de 1.350 filiales de la Iglesia Madre, conocida como La Primera Iglesia de Cristo, Científico, de Boston (Massachusetts). Estas iglesias, sociedades y grupos informales se rigen de manera democrática y autónoma entre ellas según los estatutos de la Iglesia, el Manual de la Iglesia Madre.
En España, los primeros servicios religiosos de Ciencia Cristiana se dan en Madrid en torno al año 1925, celebrados por científicos cristianos de origen extranjero, que continúan con la práctica de su fe al instalarse en el país. Durante décadas, y a causa del clima de intolerancia religiosa, los encuentros se suceden en el grupo de la capital de manera cerrada, frecuentados por expatriados de diversas nacionalidades, en su mayoría de origen europeo y estadounidense. En la década de 1960 se celebran las primeras conferencias de la Ciencia Cristiana en Madrid abiertas al público. Tras la entrada en vigor de la Ley de Libertad Religiosa de 1967, y al igual que otras confesiones minoritarias, Ciencia Cristiana se inscribe en el Registro de Asociaciones Confesionales No Católicas del Ministerio de Justicia; en su caso, en el año 1970.
La incipiente permisividad para la diferencia religiosa de la Ley de 1967 y la garantía de la inscripción suponen, para los fieles de la Ciencia Cristiana en Madrid, la posibilidad de apertura y difusión de sus creencias. De este modo, y paulatinamente, son también personas de origen español quienes se interesan por esta religión y se suman a sus servicios religiosos, si bien la participación de fieles de origen extranjero continúa siendo notable. En paralelo, desde mediados de siglo, otras filiales de la Iglesia Madre surgen a lo largo del país. En la actualidad, se cuentan cuatro en el conjunto del Estado: las Sociedades de la Ciencia Cristiana de las ciudades de Madrid y Barcelona, la que se encuentra en la localidad malagueña de Alhaurín el Grande, y la Primera Iglesia de Cristo, Científico, de la ciudad de Málaga.
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Entrada realizada por Borja Martín-Andino Martín